jueves, 5 de abril de 2012

Los clavos de la madera

Los clavos de la madera


Hubo una vez un niño que tenía muy mal genio. Su padre le regaló una caja de clavos y le dijo que cada vez que perdiera el control tenía que clavar un clavo en la parte trasera de la puerta.
El primer día, el niño había clavado 37 clavos en la puerta. Durante las semanas que siguieron, como  había aprendido a controlar su rabia, la cantidad de clavos comenzó a disminuir diariamente. Descubrió que era más fácil controlar su temperamento que clavar los clavos en la puerta.
Finalmente llegó el día en que el niño no perdió los estribos. Le habló a su padre sobre esto y su padre le sugirió que por cada día que se pudiera controlar sacara un clavo. Los días transcurrieron y el niño finalmente le pudo contar a su padre  que había sacado todos los clavos.
El padre tomó a su hijo de la mano y lo llevó hasta la puerta. Le dijo: “Has hecho bien, hijo mío, pero mira los hoyos en la puerta. La puerta nunca volverá a ser la misma. Cuando dices cosas con rabia, dejan una cicatriz igual que ésta. Le puedes clavar un cuchillo a un hombre y luego sacárselo. Pero no importa cuántas veces le pidas perdón, la herida siempre seguirá ahí". 

Imagen fuente:  Pibepa

Una herida verbal es tan dañina como una física. Cuida lo que dices, calcula lo que haces aún en momentos de ira.



Los agujeros no se irán de la madera, se pueden ocultar con pastas, pero tan solo es un parche. Los corazones rotos nunca vuelven a ser como antes.

(De Claudia Sanz Bayeto en Museo de Artistas)

1 comentario:

  1. A veces somos tan inconscientes en nuestras respuestas, en nuestras maneras, en nuestras miradas que preferimos no mirar la puerta en la que vamos clavando nuestros clavos... si clavar supone un esfuerzo importante, necesitaríamos de Hércules para ayudarnos a "desclavar" algunas "chinchetas".

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