"El
pedagogo había preparado sus métodos con minuciosidad; había
establecido científicamente, decía, la escalera que debía permitir el
acceso a los diversos estadios del conocimiento; había medido
experimentalmente la altura de estos peldaños para adaptarla a las
posibilidades normales de las piernas infantiles; había colocado, aquí y
allá, un descansillo cómodo para tomar alimento y la barandilla
solícita sujetaba a los principiantes.
El
pedagogo se irritaba no con la escalera, concebida y construida
científicamente, sino con los niños que parecían insensibles a su
solicitud.
Se
irritaba porque todo sucedía normalmente cuando él estaba presente
vigilando el ascenso metódico de la escalera, peldaño a peldaño,
respirando en los descansillos y agarrados a la barandilla. Pero, si se
ausentaba un momento ¡Qué desastre y qué desorden! Sólo seguían subiendo
metódicamente, peldaño a peldaño, agarrándose a la barandilla y
respirando en los descansillos, los individuos a quienes la escuela
había marcado suficientemente con su autoridad, como a aquellos perros
de pastor a los que la vida ha educado para seguir pasivamente a su
dueño y que se han resignado a no obedecer ya más a su naturaleza de
perros franqueando senderos y malezas.
La
pandilla de niños se entregaba a sus instintos y hallaba de nuevo sus
necesidades; uno subía la escalera a gatas; otro tomaba impulso y
trepaba por los peldaños de dos en dos, saltándose los descansillos;
incluso había quienes intentaban subir andando hacia atrás y, a fe mía,
adquirían en ello cierta maestría. Pero, sobre todo, increíble paradoja,
estaban aquellos -y eran la mayoría- para los que la escalera estaba
demasiado falta de atractivos y aventuras y que, rodeando la casa,
agarrándose a los canalones, franqueando las balaustradas, llegaban
arriba en un tiempo récord, mucho mejor y más rápido que por la escalera
llamada metódica y, una vez arriba, bajaban por la barandilla como por
un tobogán... para volver a empezar esta ascensión apasionante.
El
pedagogo persigue a los que se obstinan en no subir por las vías que él
considera normales. ¿Se ha preguntado si, por azar, su ciencia de la
escalera no será una falsa ciencia y si no habrá otras vías más rápidas y
más saludables que procedan por saltos y por zancadas; si no habrá
según la imagen de Victor Hugo, una pedagogía de las águilas que no
suben por la escalera?.
Celestin Freinet "Una pedagogía moderna de sentido común". Editorial Morata. Madrid 1996.
Este
texto forma parte de "Los dichos de Mateo", título general con el que
Freinet publicó entre 1946 y 1954 unas crónicas periódicas en su revista
"El educador".
Fuente: Educere o educare
No hay comentarios:
Publicar un comentario